Al escuchar en la calle la
famosa expresión "¡mal educado!, ¡ni porque va a la escuela!", surgen
en mí profundas reflexiones acerca del papel que tanto la escuela como el hogar
deberían desempeñar en el desarrollo de nuestros niños, niñas y jóvenes en la
sociedad, sabiendo que ambos espacios son fundamentales en el proceso de
formación de cada individuo.
La educación es un pilar
fundamental en el desarrollo de la sociedad y la formación integral de los
individuos. A menudo, se escucha la expresión "En la escuela se forma; en
la casa se educa". Esta frase resalta la idea de que, si bien las instituciones
educativas juegan un papel vital en la transmisión de conocimientos y
habilidades, el hogar desempeña un papel igualmente crucial en la formación de
valores, ética y personalidad de una persona
La escuela es un lugar donde los
niños aprenden los conocimientos básicos que les permitirán desenvolverse en la
vida. Aprenden a leer, escribir, matemáticas, ciencias, historia y otros temas.
También aprenden a socializar con otros niños y a seguir las reglas. La
influencia de los padres y tutores en la formación de la personalidad es
profunda, ya que los niños tienden a modelar sus comportamientos y actitudes
según lo que observan en su hogar. Lo que la madre no consigue con los más
pequeños la maestra lo soluciona sin problemas (Urra, 2012, p. 22).
Sin embargo, la escuela no es el
único lugar donde los niños aprenden. Los padres también juegan un papel
importante en la educación de sus hijos. En casa, los padres pueden enseñar a
sus hijos valores, como el respeto, la honestidad y la responsabilidad. También
pueden ayudar a sus hijos a desarrollar habilidades, como el pensamiento
crítico, la resolución de problemas y la creatividad.
La escuela como espacio de
formación académica
Las instituciones educativas, como escuelas y colegios, son lugares donde los estudiantes adquieren conocimientos en diversas materias, desarrollan habilidades cognitivas y sociales, y se preparan para enfrentar los desafíos del mundo laboral. Los profesores y el currículo académico desempeñan un papel fundamental en esta etapa de la vida de un estudiante. La formación académica proporciona la base para comprender conceptos complejos y adquirir una perspectiva amplia sobre distintas áreas del saber.
El hogar como espacio de
educación emocional y ética
La educación en el hogar va más
allá de la transmisión de conocimientos académicos. Es en este ámbito donde los
niños y jóvenes aprenden valores como el respeto, la honestidad, la empatía y
la responsabilidad. Urra (2012) sugiere que “se debe de educar a los niños y
niñas en sus deberes y derechos, en tolerancia, soslayando el lema “dejar de
hacer”, pero marcando reglas, ejerciendo control y, ocasionalmente, diciendo NO”.
En un ambiente hogareño positivo, los niños y jóvenes pueden desarrollar una autoestima saludable, aprender a manejar emociones de manera constructiva y adquirir habilidades sociales fundamentales. La familia es el primer lugar donde se experimenta el amor, el apoyo y la aceptación incondicional, lo que brinda seguridad emocional y fomenta la confianza en sí mismos.
La sinergia entre la escuela y
el hogar
Según Lorca (2004) la eficacia
de la formación de la responsabilidad vendrá cuando padres, madres y
profesores/as trabajen colaborativamente unificando criterios y objetivos
educativos, cuando la familia y la escuela cooperen para lograr una mayor
calidad educativa. La educación en la escuela y en el hogar no son entidades
separadas; más bien, deberían trabajar en sinergia para brindar una educación
completa y equilibrada a los niños y jóvenes. Los valores y conocimientos
transmitidos en el hogar pueden complementar y reforzar lo aprendido en la
escuela. Por otro lado, la formación académica en la escuela proporciona a los
estudiantes la capacidad de analizar y comprender el mundo que los rodea.
La comunicación abierta entre la
escuela y los padres es fundamental para unir estos dos ámbitos educativos.
Cuando los padres están involucrados en la educación de sus hijos, mostrando
interés en sus logros y dificultades académicas, se crea un ambiente propicio
para el aprendizaje y el crecimiento personal. Funes (2017) afirma que existe
mayor calidad de aprendizaje en la escuela cuando existe una verdadera participación
de los padres y las madres, y también, tener espacio para la toma de decisiones, incluyendo a los alumnos.
¿Entonces?
¿En la escuela se forma; en la
casa se educa? La pregunta destaca la importancia de ambos ámbitos en la
educación integral de los individuos. Si bien la escuela proporciona
conocimientos académicos y habilidades, el hogar es el espacio idóneo para
inculcar valores, principios éticos y una educación emocional sólida. La
colaboración entre ambos ámbitos es esencial para formar personas competentes,
responsables y éticas, capaces de enfrentar los desafíos de la vida y
contribuir positivamente a la sociedad. Es de gran importancia terminar con la
cultura de la acusación y la desconfianza entre padres/madres y maestros, para
pasar a una cultura de la colaboración y la confianza donde se incrementen los
lazos de corresponsabilidad en la educación de los estudiantes (Cardona, 201,
p. 154). Es decir, la tarea de formar y educar es de todos.
Referencias
Cardona, M. S. (2010). La
educación para la paz en Colombia: una responsabilidad del Estado Social de
Derecho. Revista Vía Iuris, (9), 141-160.
Funes, J. (2017). Cuando las
madres enseñan y los maestros educan. Cuadernos de pedagogía, 475,
66-69.
Lorca, H. L. (2004). Padres y
alumnos ante el valor de responsabilidad. Educatio Siglo XXI, 22,
187-205.
Urra, J. (2012). El pequeño
dictador. Grupo Ilhsa SA.
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